(Zenit) El artículo se basa en una frase que leyó el día anterior y que le «golpeó». Una frase del subsecretario del ministerio del interior, Jorge Vázquez: «Los niños dicen: Maestra, me tengo que ir a las cinco de la tarde. No me puedo quedar ni un ratito más porque mi mamá tiene que vender droga y mi hermana hace la prostitución, y tengo que cuidar a mis hermanos menores».
Por eso señala que cuando un narcotraficante va a la cárcel «se corta el ingreso familiar, quizás el único» y la madre, que debe sacar adelante a su familia, tiene que rebuscarse con lo que sabe o tiene a mano. Y así –precisa– el circuito de la droga difícilmente se corta.
El prelado denuncia que la droga tiende a enquistarse en el entramado familiar, a tal punto que «los niños son utilizados como correos». Se los ve con túnicas escolares correteando alegremente –indica– mientras dentro de sus mochilas pasan la droga de un barrio a otro. «Pequeños e inocentes traficantes son forzados o aprenden a sortear controles, mimetizarse y ayudar a mantener así la estabilidad económica familiar», asegura el obispo.
En esta línea precisa que la policía persigue y captura al padre y quizás también a la madre, «un logro policial, por cierto, pero al mismo tiempo otro golpe a los hijos que quedan a la intemperie».
Por esta razón y reconociendo que «un fenómeno multicausal no se puede simplificar y analizar desde un solo punto de vista», asevera que «uno de los buenos hábitos que habría que potenciar y fortalecer es el del trabajo». Asimismo indica que con formación y subsidios se podría agrupar a mujeres «potenciando sus naturales habilidades». Lo importante –añade– es no fomentar mentalidad de gente subsidiada, adormecida para sumarse a algún emprendimiento.
«Es de esperar que se desplieguen y exploren todos los caminos tendientes a encontrar soluciones integrales para estas mujeres que, de algún modo, son víctimas de compañeros involucrados en la droga», indica el obispo.
Finalmente precisa que «será una urgente y oportuna propuesta para los niños que no pueden quedar viviendo a la intemperie». O sea, «quedar a la deriva y en tierra de nadie».
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