El P. Álvarez Devesa cree que sería conveniente que el Papa recibiera a los opositores cubanos

(José M Ballester/IE) El pasado 24 de enero, con motivo del vigésimo aniversario de la visita de Juan Pablo II a Cuba, tres sacerdotes de la isla caribeña -Castor José Álvarez Devesa, José Conrado Rodríguez Alegre y Roque Nelvis Morales Fonseca- escribieron a Raúl Castro para pedirle que dé los primeros pasos hacia una democratización real. «En Cuba hay votaciones, no elecciones», señalan. Precisamente, el 11 de marzo tendrán lugar una de esas votaciones, en la que solo se pueden presentar los candidatos avalados por el Partido Comunista. «Por lo tanto, hay que aprovechar esta coyuntura para que el pueblo sea protagonista de su propia historia», según Álvarez Devesa, párroco en Camagüey. De momento, ya ha conseguido una pequeña victoria: hace unos días, pudo entrevistarse en Roma con el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede.

«Que el pueblo sea protagonista de su propia historia». Su discurso no es nuevo ha habido -y sigue habiendo- iniciativas similares: el Proyecto Varela entre ellas. ¿Qué novedad aporta la carta?

Somos simplemente sacerdotes que, desde la Doctrina Social de la Iglesia, desde nuestro sentir de lo que Dios quiere, tratamos de hacerlo así. Es una declaración de principios: esta es la realidad, las reglas que han de respetarse para que se celebren comicios en condiciones. Lo que queremos es el progreso y la alegría de nuestro pueblo.

¿Hubiesen escrito esta carta en tiempos del cardenal Ortega?

El cardenal Ortega está vivo y sigue actuando. Nosotros la hemos hecho como sacerdotes.

Sin embargo, hay muchos opositores que se quejan de la actitud del cardenal Ortega.

Sí, pero cada persona tiene sus criterios. Insisto: lo hemos hecho como sacerdotes,

¿Y la Conferencia Episcopal Cubana?

Por boca de su secretario adjunto ha dicho que son opiniones personales, lo que significa que no han encontrado ningún problema doctrinal.

Del último Informe sobre Libertad Religiosa en Cuba, publicado en diciembre por el Instituto Patmos, se desprende que las perspectivas no son nada halagüeñas.

Penosamente no tenemos la posibilidad de ejercer la libertad como quisiéramos: por ejemplo, todas las escuelas católicas permanecen cerradas. Y no es solo que nos devuelvan el edificio, sino la posibilidad de la educación, la libertad para visitar presos tampoco es total, tampoco podemos edificar templos nuevos, tampoco podemos adquirir propiedades, nos golpe el no acceso libre a los medios de comunicación social, no hay internet libre. De eso se trata cuando pedimos libertad religiosa en la carta.

¿No ha habido ni un solo progreso en materia de libertad religiosa?

En 1998, debido a la visita de Juan Pablo II, creo que hubo un salto cualitativo. Después, no ha habido progreso significativo en la materia, entiéndase que sea disfrutado por la Iglesia como Pueblo de Dios, por los católicos de Cuba, que son parte además de un pueblo. La falta de libertad también hace sufrir a los católicos.

¿Teme un distanciamiento aún mayor entre católicos de base y jerarquía eclesial si ésta no se expresa con mayor contundencia en relación con la falta de libertades?

Si sacerdotes y obispos no vivimos de acuerdo a lo que puede dar esperanza a la gente y de marcar la luz que genere entusiasmo, claro que influye.

¿Son conscientes del riesgo?

Sí. Si la gente no busca la luz de la libertad a través de nosotros, la seguirán buscando por otros caminos. Tenemos que estar en el conducto del Dios que quiere liberar al pueblo. Dicho de otra forma, tenemos que estar en sintonía con el pueblo y con Dios.

¿Soplan nuevos vientos en el episcopado cubano, tras la llegada de un nuevo arzobispo de La Habana?

Creo que sí. Don Juan García, el nuevo arzobispo, estaba antes en Camagüey, por lo que le conocemos bien. La gente empieza a sentir la alegría con este nuevo estilo: sencillo, práctico y generoso. Va a los comedores de pobres, baña enfermos.

¿Baña a los enfermos?

Sí. Y alguno dice que si no es con don Juan García, que no se baña. Este nuevo estilo pastoral ya está marcando diferencias y contagiando a varios obispos.

Un nuevo estilo en la línea del Papa Francisco. ¿Están satisfechos con la actitud de la Santa Sede en relación con Cuba?

De Roma sale lo que llega a Roma, reza el dicho. Es importante el servicio informativo e iluminador que la Iglesia cubana pueda dar a Roma. Y esperemos que el contenido de nuestra carta también guíe la perspectiva del Vaticano en relación con la realidad cubana.

Yendo a los concreto: ¿sería conveniente que el Papa, o sus más estrechos colaboradores, recibiesen con más frecuencia a los opositores?

Creo que sí. Un encuentro del Papa con opositores puede ayudar. Los opositores sufren buscando otros caminos para mejorar Cuba. Muchas veces es el sufrimiento es el que ayuda a comprender la realidad. Por lo tanto, hay que escucharles.

¿En Roma tendrían, pues, que prestarles más atención?

Sería conveniente.

El opositor que más está padeciendo la saña del régimen es Eduardo Cardet, líder del Movimiento Cristiano Liberación, encarcelado dese hace año y medio y acosado hasta detrás de los barrotes.

Sí, ciertamente. Hemos visitado a su esposa. Hay que apoyarla. No hay que olvidar que es una señora con el marido preso y que vive sola con sus dos hijos. Y además se hace cargo de su madre, que perdió su casa a raíz de una inundación. Todo persona que crea en la libertad para ejercer la política al margen del Gobierno, aun discrepando de Cardet, tiene el de mostrarse cercana a Cardet y a su familia.

Hablando del Gobierno, precisamente. ¿Cree que se mostrará receptivo a su carta o aprovechará su publicación para aumentar la represión?

La esperanza es lo último que se pierde: ojalá sea aprobada nuestra propuesta. Hagamos esta Cuba nueva y suspendamos las «elecciones» del 20 de marzo. Pero eso ya no está en nuestras manos.

Entonces…

… si yo dijera que no va a haber una respuesta, estaría cerrando esperanzas.

¿Y si dijera lo contrario?

Me estaría arriesgando a formular una decisión que no es mía. Hemos abierto una posibilidad. Solo Dios sabe lo que va a pasar.

¿Disponen, usted y sus compañeros, de algún interlocutor dentro del aparato del Estado?

Creo que en el fondo de cada corazón humano hay una llamada serena a la paz, a la concordia y a la aceptación de la verdad. Por tanto, no me cierro a pensar que haya personas en cualquier nivel que quieran sentarse a conversar y ponerse de acuerdo.

¿Qué traducción práctica tendría esa intención?

Que desde el Gobierno se dé una oportunidad a la oposición y a los cubanos que están afuera, con el objetivo de compartir el poder.

¿No peca de optimismo?

Digamos que tengo fe y que no depende de un cálculo. Si dependiera, quizá no me salga la cuenta. Y como tengo fe, creo que existe una posibilidad de cambio real en estos momentos en Cuba.

¿Puede dar un esbozo de plazos o de calendario para que empiece a producirse ese cambio?

Marzo y abril serán dos meses muy importantes para decir que no queremos un traspaso de poder que mantenga el mismo sistema. Y luego, sin atreverme demasiado, un año para organizar tranquilamente unas elecciones, y preparar al pueblo para este acontecimiento. Y después, harían falta varios años para ir construyendo el Estado de Derecho.

Volviendo a lo inmediato: ¿piensa que se unirán más sacerdotes a su iniciativa en los próximos meses?

Podría ser.

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