El cardenal Braz de Aviz y Mons. Rodríguez Carballo pretenden que en «Fratelli tutti» están las raíces de la profecía

(Vatican.news) Con vistas a la fiesta litúrgica de la Presentación del Señor, que se celebrará el próximo 2 de febrero, el Prefecto y el Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica han enviado una carta a todos los consagrados y consagradas, firmada en la Ciudad del Vaticano el pasado 18 de enero.

«Nos comunicamos con ustedes en vísperas de una jornada muy querida por todos nosotros, consagrados y consagradas, porque está dedicada a nuestra maravillosa vocación que, de diferentes maneras, hace resplandecer el amor de Dios por el hombre, la mujer y el universo entero»

Con el Papa Francisco

El próximo 2 de febrero se celebra la XXV Jornada de la Vida Consagrada. En la Basílica de San Pedro, a las 17:30 horas, el Papa Francisco presidirá una Celebración Eucarística, despojada de los signos y rostros alegres que la iluminaban en años anteriores, pero siempre expresión de esa gratitud fecunda que caracteriza nuestras vidas.

«Fidelidad probada a costa de la propia vida»

«Con esta carta queremos aligerar la distancia física que la pandemia nos ha impuesto durante tantos meses y expresar a todos y cada uno de ustedes y a cada una de las comunidades nuestra cercanía y la de quienes trabajan en este Dicasterio. Desde hace meses seguimos las noticias que nos llegan de las comunidades de las distintas naciones: hablan de desconcierto, de contagios, de muertes, de dificultades humanas y económicas, de institutos menguantes, de temores... pero también hablan de fidelidad probada por el sufrimiento, de valentía, de testimonio sereno incluso en el dolor o la incertidumbre, de compartir cada aflicción y cada herida, de atención y cercanía a los últimos, de caridad y servicio a costa de la propia vida»

Pasar del «yo» al «nosotros»

También escriben que no pueden pronunciar todos sus nombres, pero sobre todos y cada uno de ellos piden la bendición del Señor para que sean capaces de pasar del «yo» al «nosotros», conscientes «de encontrarnos en la misma barca, todos frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos», tal como lo dijo el Papa Francisco durante el Momento extraordinario de oración del pasado 27 de marzo.

Reavivar la aspiración mundial a la fraternidad

Y piden que sean «los samaritanos de estos días, superando la tentación de retirarse y llorar sobre uno mismo, o de cerrar los ojos ante el dolor, el sufrimiento, la pobreza de tantos hombres y mujeres, de tantos pueblos». Porque en la Encíclica Fratelli tutti el Papa Francisco nos invita a actuar juntos, a reavivar en todos «una aspiración mundial a la fraternidad», a soñar juntos para que «frente a las diversas formas actuales de eliminar o ignorar a los demás, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y amistad social...».

La Encíclica en el centro de su vida, formación y misión

A los consagrados y consagradas de los Institutos religiosos, monásticos y contemplativos, de los Institutos seculares y de los nuevos institutos, miembros del ordo virginum, ermitaños, miembros de las Sociedades de vida apostólica, les piden que pongan esta Encíclica en el centro de su vida, formación y misión.

«Esta Encíclica, escrita en un momento histórico que el mismo Papa Francisco ha llamado «la hora de la verdad», es un precioso regalo para toda forma de vida consagrada que, sin ocultar las muchas heridas a la fraternidad, puede encontrar en ella las raíces de la profecía»

Tras recordar el parágrafo en que el Papa escribe: Soñemos como una sola humanidad, como caminantes hechos de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos alberga a todos, cada uno con la riqueza de su fe o sus convicciones, cada uno con su propia voz, ¡todos hermanos!, añaden:

«Así, en el horizonte de este sueño que se entrega a nuestras manos, a nuestra pasión, a nuestra perseverancia, el próximo 2 de febrero será también este año una hermosa fiesta en la que alabar y agradecer al Señor el don de nuestra vocación y misión»

Y concluyen con la invocación a María, nuestra Madre, Madre de la Iglesia, mujer fiel, y a San José, su esposo, para encomendar a todos y cada uno de los consagrados y consagradas con la esperanza de que «se fortalezca en ellos una fe viva y amorosa, una esperanza cierta y alegre, una caridad humilde y activa».

«Del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, nuestro Dios misericordioso, imploramos una bendición para todos y cada uno de ustedes»

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