El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) ha publicado los datos correspondientes al Censo 2020.
El país ha aumentado la población hasta los 126 millones, y en la misma línea descendente que en la década anterior ha vuelto a disminuir entorno a 5 puntos la población que se considera católica. Ojo, esto es un censo, no una encuesta.
En el año 2000 el 88% de la población se consideraba católica, en 2010 el 82,7% y en 2020 el 77%. Lejos queda el 98% de 1950. Por sexos la distribución es muy similar, las mujeres se declaran católica el 78,4% y los hombres el 76%. A pesar de esta disminución México sigue siendo el segundo país en número de católicos, por detrás de Brasil y por encima de Filipinas y Estados Unidos.
Menos jóvenes se declaran católicos respecto a lo quelo hacen a sus mayores. Si no cambian las cosas la disminución de católicos tendrá más relieve en el próximo censo según las franjas jóvenes de población lleguen a la edad de casarse dejen de hacerlo y de bautizar a sus hijos.
En el año 2000 las personas casadas ascendían a 44,5% mientras que en 2020 la cifra fue del 35,5%. Además se tarda más en formar una familia, lo que como en otros países redunda en la disminución de la fecundidad, en el año 2000, era 2,6 hijos reduciéndose 2,1 en 2020. Esta variación, sin duda, afectará a la composición de la sociedad en un futuro cercano.
Vista la pirámide poblacional, tengo la sensación de que el aumento de la esperanza de vida ha contribuido a que la caída sea más leve.
Las causas de todo esto son múltiples, hoy no toca hablar de ellas, pero a todas luces está claro que «la persecución de los cristeros» fue en estos términos mucho menos mortal que otros acontecimientos civiles y eclesiásticos, ¿no?
El próximo censo se publicará ya en 2031, en el Quinto Centenario de las apariciones de Guadalupe. A ella encomendamos el futuro de esa gran nación que como en muchas otras partes del mundo deberá recuperar su espíritu misionero, quizá empezando por la propia definición del término.
Y, desde luego, recuperar la transmisión de la fe en la familia de la que tan ejemplar ha sido la sociedad mexicana, en medio no solo de una brutal persecución física, también en medio de una persecución ideologíca laicista de varias décadas. No me parece que las nuevas pastorales estén ayudando mucho a esto. Animo a los padres a volver a tomar las riendas en este asunto, no deleguéis.
Desconozco si la nueva «Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe» es un será un buen comienzo. Las anteriores experiencias asamblearias no lo han sido.
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