Más aspectos malvados de la ideología de género

En mi último artículo hacía referencia a algunos aspectos malvados de la ideología de género, como pueden ser el aborto, lo referente a la educación y la corrupción de menores, Hoy vamos a hacer referencia a otros aspectos, como la fornicación y la homosexualidad.

            Fornicación. La fornicación es la cópula carnal fuera del matrimonio. En la ideología de género la fornicación es un derecho del niño, del joven y de cualquiera porque el fin de la sexualidad es el placer y él o ella tienen sus órganos sexuales para usarlos cuando y como les venga en gana, evitando, eso sí, las enfermedades venéreas y los embarazos. Recuerdo cuando me venían a clase los de Sanidad a dar una educación sexual que no pasaba de ser una instrucción a fin que supiesen ponerse un preservativo y tratar así de prevenir embarazos y evitar enfermedades venéreas, porque con el pretexto de neutralidad se evitaba cualquier educación en valores y en concreto sobre todo la palabra castidad, que no es otra cosa sino el dominio de la sexualidad por la razón para aprender a respetarse a sí mismo y a los demás, era cuidadosamente evitada Su enseñanza, nos decían, era objetiva, neutral y científica, es decir con una total ausencia de valores y una gran presencia de errores, como muestra su rotundo fracaso a la hora de prevenir embarazos no deseados, pues con una instrucción así el número de abortos ha ido en progresión constante.

            A mí me llamó especialmente la atención la afirmación que les merecía tanto respeto un chico que se acostase como uno que no lo hiciera, lo que no deja de ser falso porque por ejemplo no me merece el mismo respeto el buen estudiante que el malo, y tampoco opino que merece la misma estima un joven que tiene valores que uno que no los tiene. Desde luego si da lo mismo, para mí está claro que el que no tiene relaciones sexuales es tonto.  Eso dicho a adolescentes me parecía gravísimo. En esta ideología el único principio moral que han recibido es me apetece o no me apetece. Mientras en muchos países la enseñanza sexual se basa en el famoso método ABC, es decir A de abstinencia, que puede ser también continencia o castidad, B (be faithful), es decir fidelidad, C, condón y por ese orden, en España, como nuestros gobernantes no creen en los principios morales, y mucho menos en los cristianos, porque para algo son relativistas, ni en la libertad, ni en la posibilidad de dominar los instintos y encauzar la sexualidad al servicio del amor, han prescindido del A y B y se han ido directamente al condón, del que por supuesto no explican ni su inconveniente moral, pues indudablemente es fornicación, ni que, a pesar de todo, como no es absolutamente seguro, ella puede quedar embarazada, y los dos contraer enfermedades de transmisión sexual.

            Homosexualidad. Indudablemente los tres grandes patronos de la ideología de género son nuestros políticos, en nombre de lo políticamente correcto, rl lobby LGTB y las feministas radicales.

            Ante todo hay que recordar que absolutamente todoslos hombres, y por tanto también los homosexuales, somos queridos por Dios y llamados por Él a realizar una vocación que consiste en el pleno desarrollo de nuestra dignidad humana. La enseñanza de la Iglesia reconoce la dignidad, el valor y el destino eterno de toda persona humana. Recalquemos que el hecho de ser homosexual no pertenece al orden moral. Las tendencias en cuanto tales no son objeto de valoración moral. No es ni una “falta”, ni un “pecado”, ni un “vicio”: es un hecho. El sujeto que tiene tendencias homosexuales no ha escogido tenerlas, y sería injusto reprochárselas. Hay ciertamente que distinguir entre tendencia y conducta, entre sentimientos y actos. Además, el tener una orientación homosexual no significa que el sujeto quiera ejercer una actividad homosexual. Inclinación y comportamientos están relacionados, pero no se identifican ni se implican incondicionalmente. Es sólo en el momento en que expresa su inclinación en un acto sexual, es decir en un comportamiento, cuando se convierte en sujeto de juicio moral.

Sobre el acto en sí “apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 2333) y “gravemente contrarios a la castidad” (CEC, 2396). Pero también la Iglesia considera deficientes, pecaminosas y contrarias a la virtud de la castidad las relaciones sexuales genitales entre personas heterosexuales fuera del matrimonio. Si la dinámica del instinto fuera suficiente para regular la conducta, la moral se esfumaría, sería un simple biologismo, cada uno tendría derecho a pedir una moral según su condición y necesidad. El homosexual, al igual que el heterosexual, tiene el deber de controlar su vida y actos sexuales, y de hecho muchos así lo hacen. Pensar que es incapaz de ello, es negar que sea una persona libre. Es decir, nadie es responsable de las tendencias que encuentra en él, pero sí del uso libre de estas tendencias.

El texto más clásico de rechazo de la homosexualidad es Rom 1,18-32. Reprueba tanto la homosexualidad masculina como la femenina. Desde luego no se trata directamente de emitir un juicio sobre una persona individual. El punto de partida paulino se sitúa en la misma línea que la mayor parte de los textos veterotestamentarios, es decir, en el análisis de la historia del pecado como alienación de Dios. Contempla el pecado en cuanto que se encarna en una cultura pervertida y en un ambiente totalmente alienado. El juicio del Apóstol arremete en especial contra los ambientes que no sólo practican, sino que incluso exaltan la homosexualidad, pues “cambiaron la verdad de Dios por la mentira” (v. 25). La causa más profunda de todos estos desórdenes, que encuentran su máxima expresión en las perversiones sexuales, es el rechazo de honrar a Dios, a la que sigue el de no respetar y honrar al hombre cual imagen de Dios: “Por esto, Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza; de igual modo los hombres, abandonando las relaciones naturales con la mujer, se abrasaron en sus deseos, unos de otros, cometiendo la infamia de las relaciones de hombres con hombres y recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío” (vv. 26-27). San Pablo nos dice. “Huid de la fornicación” (v. 18) y “¿acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?” (v. 19). Es decir la postura de la Iglesia al rechazar la fornicación se basa nada menos que en la Sagrada Escritura, pero este rechazo de la fornicación significa que toda práctica de la sexualidad genital es ilícita fuera del matrimonio y esto vale por supuesto también para las relaciones heterosexuales extramatrimoniales.

Por cierto, sobre el matrimonio homosexual, el pasado 9 de junio, los 47 jueces que integran el pleno del Tribunal de Estrasburgo (el tribunal de Derechos Humanos más importante del mundo), ha dictado una sentencia por unanimidad, naturalmente silenciada por el progresismo informativo, que establece textualmente que “no existe el derecho al matrimonio homosexual”. También ha dicho el Tribunal que la noción de familia no sólo contempla “el concepto tradicional del matrimonio, a saber, la unión de un hombre y de una mujer” sino que no se debe imponer a los gobiernos la “obligación de abrir el matrimonio a las personas de mismo sexo”. En cuanto al principio de no discriminación, el Tribunal también añadió que no hay tal discriminación, dado que “los Estados son libres de reservar el matrimonio únicamente a parejas heterosexuales”

Pedro Trevijano, sacerdote

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