(El País/InfoCatólica) Según informa El País, algunos familiares alegan que la casa en la que viven es pequeña. Otros, que tienen mucho trabajo y nada de tiempo. Y otros ni siquiera se molestan en poner una excusa: directamente no responden a las llamadas.
El modus operandi se repite la mayoría de las veces. Un día aparecen por el hospital con el anciano por alguna patología aguda que este ha sufrido, desde un ictus a una insuficiencia cardíaca. Durante el proceso de curación, el personal del centro se da cuenta de que los familiares no vienen a visitarlo, o que lo hacen muy poco. La confirmación de las sospechas de que ha sido abandonado se produce cuando días o semanas después le dan el alta médica y administrativa al paciente y nadie viene a recogerlo.
Las denuncias ante la Fiscalía por abandono no suelen tener éxito debido a que dicho delito no está lo suficientemente explicitado en el Código de Derecho Penal. De hecho, dado que los ancianos siguen siendo atentidos en los hospitales, no se produce un abandono real.
Cuando se tiene constancia de que la familia no se hará cargo de las personas mayores, los servicios sociales intervienen para alojarlos en residencias, aunque a veces el proceso se alarga durante semanas y meses, periodo durante el cual siguen siendo atentidos en los centros hospitalarios, ocupando una cama que podría ser necesitada por pacientes realmente enfermos.
Ni que decir tiene que la situación anímica en la que quedan muchos de los ancianos abandonados, sobre todo si tienen sus facultades mentales en buen estado, es dramática.
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