1.- La ley moral es amable.— Es digna de ser amada, porque es sabiduría divina, camino a la bienaventuranza prometida, «pedagogía de Dios […] firme en sus preceptos y amable en sus promesas» (Catecismo 1950); tiene en Nuestro Señor Jesucristo «su plenitud y su unidad» (Catecismo 1953); su fin es el Logos, «para justificación de todo creyente» (Rm 10, 4). Es Cristo mismo quien advierte: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5, 17)
2.- La ley moral obliga a todos, personas y sociedades.— Todas sus expresiones son benéficas, porque apartan del mal y conducen al bien. La ley moral refleja los deberes que tanto la persona singular, como los pueblos en general, tienen para con Dios.
3.- La ley eterna como fuente.— Santo Tomás define la ley eterna como «razón de la sabiduría divina, que mueve todas las cosas hacia su debido fin» (I-II, q. 93, a. 1.); de ella manan todas las “expresiones" de la ley moral, perfectamente coordinadas entre sí: la ley natural, la ley revelada, antigua y nueva, las leyes eclesiasticas o las leyes civiles.
Siendo la ley eterna la misma sabiduría de Dios, gran cosa será la ley natural, pues «es la misma ley eterna, ínsita en los seres dotados de razón, que los inclina al acto y al fin que les conviene; es la misma razón eterna del Creador y gobernador del universo» (León XIII, Carta enc. Libertas praestantissimum 1988, 8)
4.- La ley moral es benéfica para el mundo.— Para un católico no debería haber discusión sobre si la ley moral es necesaria para el bien de las personas y las sociedades, sobre si su presencia en las leyes es buena para la cultura, la familia, la educación; sobre si vivir guardando el Decálogo es beneficioso o perverso, si sirve para algo o no. Tampoco debería haber dudas sobre si es bueno que los ciudadanos cumplan leyes justas, o los católicos, concretamente, ajusten sus vidas al derecho de la Iglesia, sometiendo sus criterios subjetivos a la disciplina del Cuerpo de Cristo. No debería dudarse de los innumerables beneficios de la ley moral en todas sus expresiones, incluidas las leyes eclesiásticas. Son cosas que, en otro tiempo, eran evidentes. Transgredir la ley es pecado, y se da la gracia, precisamente, para guardarla con fe, esperanza y caridad.
5.- Se extiende hoy día, sin embargo, entre los católicos, y en especial entre muchos pastores, cierto desafecto de la ley moral, de cuyos preceptos se duda tengan efectos transformadores y benéficos para el mundo. Declara Monseñor Vincenzo Paglia, en entrevista del 22 de marzo de 2018 para Aleteia, en el contexto de su justificación de Amoris laetitia frente a las voces críticas, que «muchas de las reacciones en su contra [en contra de Amoris laetitia] son de quienes piensan que solo las normas cambian el mundo» y que «no, yo personalmente nunca he visto a ninguno enamorarse de una norma, no existe, es imposible».
Al mismo tiempo, propone un cambio de forma mentis de la Iglesia.
«Yo creo que existe una necesidad de que la Iglesia adquiera una nueva forma.» «El verdadero nudo es un cambio en la eclesiología.» «Amoris Laetitia es una buena medicina para curar (a la familia, a la Iglesia y al mundo)» «Yo creo que habríamos elaborado un pensamiento teológico pastoral nuevo, que es justamente, lo que el papa Francisco ha hecho en Amoris Laetitia.»
Es indudable que si la ley moral estuviera presente en los ordenamientos jurídicos y en la sociedad en general, la situación sería muy diferente. Porque el ordenamiento natural y sobrenatural de la vida personal y social tiene un papel fundamental en la consecución del bien común, en la promoción de la vida virtuosa social y personal. No debe haber disyuntiva entre seguir a Cristo y guardar su ley. Quien defiende la ley moral no defiende sólo la ley moral, defiende también los intereses de Cristo.
En la entrevista mencionada, también se da a entender que el nuevo paradigma (se comprende que propiciado por Amoris laetitia) consiste tal vez en contar con la verdad pero no propiamente con “la norma” (la ley moral):
«El papa Francisco dice: “Yo no puedo darles una norma, puedo solo decirles: ármense de verdad más que otra cosa; corríjanse, acompáñense, no dejen solo a nadie, porque esto es justamente lo que el Señor ha hecho, Él el primero, y que nos lo pide a nosotros”.»
6.-Amoris laetitia suele ser relacionada con el nuevo paradigma. El secretario de estado vaticano, Pietro Parolin, afirmó en una entrevista concedida a Vatican News que
«Amoris laetitia ha brotado de un nuevo paradigma que el Papa Francisco está llevando adelante con sabiduría, con prudencia y también con paciencia».
E insiste:
«Probablemente las dificultades que surgieron y que todavía existen en la Iglesia, además de algunos aspectos del contenido, se deben precisamente a este cambio de actitud que el Papa nos pide. Un cambio de paradigma, ínsito precisamente en el mismo texto, que nos viene pedido. Este espíritu nuevo, este acercamiento nuevo»
Luis Fernando Pérez Bustamante hizo un agudo análisis en este post.
7.- Resulta ilustrativo, para discernir la situación actual de la mente eclesial, relacionar el desafecto hodierno por la ley moral, la proclamación de un nuevo paradigma, y las aproximaciones al ethos posmoderno.
En esta serie de Inconveniencias eclesiales, dimos cuenta de algunos intentos concretos de acercamiento de la mente eclesial al ethos posmoderno; en aquella ocasión, a raíz de la ecoproyección terrenalista que comentamos aquí. También se han dado, como apuntes de cambio de la forma mentis, declaraciones que relativizan la doctrina sobre la anticoncepción de la Humanae vitae. En general, se van dando aproximaciones institucionales al nuevo ethos.
8.- Ilustrativa es la opinión, según podíamos leer en Infovaticana, de Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias y de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, durante su intervención en la primera sesión del curso de verano “La pregunta de Dios en la universidad” de la Universidad Católica de Valencia. En esa ocasión, afirmó que «el empeño del Papa es erradicar la pobreza y el hambre en el mundo, que es el primero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas». Y prosigue: «por primera vez el magisterio del Papa, que responde al Evangelio, es paralelo al magisterio de las Naciones Unidas».
y 9.- Resulta significativo que, al mismo tiempo que en general se difunde el desafecto por la ley moral, considerada ya solamente mera norma no amable de por sí, sin influjo benéfico en la sociedad, se invoque un nuevo paradigma, una nueva eclesiología empática con el ethos de la posmodernidad. En el ambiente general de la crisis de fe actual, todo apunta a una posmodernización de la mente eclesial.
Creemos que es preciso corregir esta tendencia, y revertirla hacia el pensamiento clásico y tradicional católico, de forma que el rostro de la Iglesia no pierda identidad. Nos parece urgente mostrar al mundo que la Casa del Dios vivo es, y será siempre, columna y fundamento de la verdad (1 Tim 3, 15) para que se cumpla la Escritura.
David Glez Alonso Gracián
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