(InfoCatólica Perú) Conversamos con la Dra. Neldy Mendoza, Directora de Salud e Investigación de la Fundación Vida y Familia, y Presidenta del Comité Organizador del Corso por la Vida y la Familia de Arequipa desde hace 12 años, cuando se originó. Ante los embates de la cultura de la muerte, nos dice que «debemos sentir alegría en ser sembradores, aunque no veamos los frutos esperados», y que realmente «el mayor desafío de vivir esta cultura de la vida es alcanzar la vida eterna, nuestra vida eterna».
Doctora, gracias por atendernos. Arequipa fue la primera ciudad en el Perú en realizar estas expresiones populares provida y profamilia, ¿verdad? Y, desde hace 12 años a su principal evento lo llaman ‘corso’ en vez de marcha o manifestación. ¿Qué implica eso?
Gracias a ustedes, a InfoCatólica, por esta entrevista. Muchos medios nacionales llevan años queriendo silenciarnos, ¡pero el pueblo arequipeño grita más fuerte! Y, si no lo hiciéramos «gritarían las piedras».
Nuestra «Blanca Ciudad» ha protagonizado muchas revoluciones contra las constituciones liberales, las injusticias y la opresión; porque somos un pueblo de profunda integridad moral y gallardía humana, sostenidos y criados en el fervor religioso, tal devoción nos permite claridad de conciencia y actos; por ello así como hemos confrontado la dictadura y el relativismo cultural también somos cuna de notables ciudadanos que otorgan brillo a nuestro país y son conocidos a nivel internacional como Víctor Andrés Belaúnde, José Luis Bustamante y Rivero, Mariano Holguín (Primer Arzobispo de Arequipa), Juan Gualberto Guevara (Primer Cardenal del Perú), el R.P. Carlos Pozzo, entre otros. Es así que fieles a nuestras costumbres e identidad pensamos que lo mejor sería avivar el gran espíritu que mora en nuestro pueblo, saliendo a expresar con valentía, constancia, creatividad y alegría nuestras convicciones: «creemos y reafirmamos que el valor de la vida es sagrado», «reconocemos que el mejor lugar para desarrollarse y hacerse un gran ciudadano es la familia», «respetamos la maternidad y nos unimos para proteger a la madre», «acompañamos a las familias heridas y a sus integrantes con problemas». El corso por la vida y la familia, pone de manifiesto toda la fuerza, capacidades, sueños y esperanza de miles de niños, padres, maestros, trabajadores, etc. Eso es un corso: no es una manifestación negativa, sino una celebración de la vida y la familia. Es propositiva y festiva.
Después de 12 años de Corsos y tantísimas otras experiencias provida, ¿qué nos puedes decir: vale la pena la lucha provida?
¡Pues claro que vale la pena gastarnos por hacer el bien! La vida que se ha recibido tiene un sentido y un propósito muy claro: realizarse en cuanto es y ayudar en tal realización a los que comparten el mundo en este mismo tiempo. Cuidar de nuestra especie y provocar su desarrollo necesariamente implica una formal decisión de salvaguardar la vida naciente, acompañar a las madres en todo momento, proteger a los más indefensos y utilizar todos los recursos a nuestro alcance para tales propósitos.
Por otro lado, la principal crítica a estos Corsos es denunciar que los colegios obligan a participar a los alumnos. ¿Es eso verdad?
La sociedad del siglo XXI demanda personas emprendedoras, competentes, autónomas, con altos niveles de sensibilidad social y capaces de cohabitar en interculturalidad. Tales propósitos no se logran con discursos, vídeos o clases magistrales, los estudiantes tienen que salir a participar en actividades sociales que los incluyan y proyecten. El corso por la vida y la familia, es una manifestación masiva de humanidad; por ello muchos expertos en educación que intuyen claramente los caminos por donde avanzar, guiando a sus pupilos, no dudan en utilizar los recursos metodológicos necesarios para provocar un crecimiento del potencial en los mismos. La inteligencia natural se adhiere al bien, siempre, lo que cuesta es movilizar la voluntad y en los niños y adolescentes es imperioso educar la voluntad para grandes desafíos. Por todo lo dicho, estaría correcto que, si una institución educativa considera que la participación de sus estudiantes, docentes, familias, en el corso por la vida sería de notable beneficio para ellos, tenga toda la potestad de convocarlos a tal evento. Sin embargo, sabemos que no se obligado a nadie a participar, lo más que se hace es tomar lista o cotejar la llegada de todos al final del recorrido para que luego se retiren con sus padres o solos de acuerdo a su disponibilidad personal.
Finalmente, si alguna persona leyéndonos se siente un tanto desesperanzada porque ve que las leyes antivida y antifamilia siguen llegando a nuestro país, que siguen nombrando a ministras antivida y demás, ¿qué mensaje de esperanza le podemos dar?
Somos protagonistas de la cultura de la vida y a veces «parece» que todo cuanto hacemos no favorece ni reduce la arremetida del mal, pues le digo que tenga calma y clamor. Primero debemos sentir alegría en ser sembradores, aunque no veamos los frutos esperados. Sigamos cumpliendo la misión encomendada a cabalidad, anunciemos con caridad y claridad los principios de la defensa de la vida y fortalecimiento de la familia en cada lugar de nuestro desempeño; pero en ese orden: caridad y claridad. Nunca dejemos de orar y agradecer por todos los bienes recibidos, se ha puesto a pensar que el mayor desafío de vivir esta cultura de la vida es alcanzar la vida eterna, nuestra vida eterna. Aunque la legislación y los poderes del estado se hagan los sordos y permitan influencia inicua, la convicción del pueblo se hace cada día mayor; miles y miles de ciudadanos van tomando conciencia y acción. Recordemos que la esperanza es una virtud humilde y perseverante; por eso cada actividad que realizamos en bien de los más pequeños, cada uno de nuestros esfuerzos, cada una de nuestras lágrimas es un milagro constante y un clamor que llega al cielo y siempre es escuchado. ¡La gracia siempre sobreabunda!
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