Los comentarios más recientes del Papa acerca del matrimonio sugieren un derrotero preocupante, pero antes que nada es necesario aclarar dos aspectos importantes.
Primer punto: convivir no es matrimonio
La aseveración inconsiderada del Papa Francisco de que «la mayoría de los matrimonios sacramentales son nulos» fue una declaración imprudente por su falta total de veracidad pero también llena de desesperanza, si fuese cierta, y que además no fue objeto de disculpas, de una retracción, ni siquiera de alguna «aclaración» burocrática sino de una modificación Orweliana de las palabras del Papa ya asentadas en los anales del Vaticano. Sin embargo, el furor causado por este jaleo sirvió para ocultar otro comentario igualmente problemático, el que dice «esta convivencia…estoy seguro de que parejas que conviven se encuentran en un matrimonio verdadero, que posee la gracia del matrimonio». A pesar de que este es un error multifacético (teológico, canónico, pastoral, y social), el hecho de equiparar la convivencia «fiel» (sea lo que sea eso) con el matrimonio cristiano no se transformó, mirabile dictu, en algo manido o fue eliminado totalmente; las palabras aún existen: «in queste convivenze … sono sicuro che questo è un matrimonio vero, hanno la grazia del matrimonio…»
Hay que aclarar: el matrimonio es el matrimonio, la convivencia (un término universalmente aceptado en el discurso social) es sólo convivencia. ¿Por dónde empezar entonces?
Todos comenzamos como solteros y permanecemos en ese estado hasta no participar en una boda mediante la cual, supuestamente, queda uno desposado. Los conyugues adquieren ciertos derechos que los que no se encuentran en ese estado no poseen, por ejemplo, declarar sus ingresos de manera conjunta, o se dedican al acto conyugal si así lo desean. Entre estas, las parejas bautizadas reciben, de manera adicional, el Sacramento del Matrimonio y con este una gracia poderosa impartida por Jesús para asistir a la parejas cristianas a vivir la difícil y maravillosa vida matrimonial.
Si un individuo no está casado no tiene el derecho de declarar ingresos de manera conjunta con nadie o de practicar el sexo con nadie. Es más, a pesar de estar bautizado o bautizada, y no obstante los otros sacramentos o gracia obrando en su vida, una persona soltera no recibe la gracia específica del matrimonio. ¿Por qué no? Porque convivir no es estar casado, y mucho menos «matrimonio verdadero»; por lo tanto las parejas que conviven no participan en la gracia del matrimonio
Segundo punto: el matrimonio puramente civil podría o no ser matrimonio
A la misma vez que asevera que las parejas que conviven con fidelidad (?) se encuentran realmente casadas, lo cual no es cierto, el Papa afirma que parejas que están casadas únicamente por lo civil se encuentran así mismo en un matrimonio verdadero, esto en cambio podría o no ser cierto. Para entender lo que está en juego aquí es necesario hacer un discernimiento más cuidadoso
Las parejas que no son católicas (la mayoría de la población mundial), incluso si ambas están bautizadas, pueden contraer nupcias en una ceremonia civil y la Iglesia la calificaría como «valida». En ese sentido Francisco tendría razón en decir que las parejas casadas únicamente por lo civil se encuentran verdaderamente en un matrimonio. Sin embargo, si el Papa cree que católicos casados únicamente por lo civil (y según el contexto eso parece ser lo que dice) disfrutan de la gracia del matrimonio, junto con (supuestamente) las parejas en convivencia, yo diría que está equivocado, que eso no es verdad amen de que desearía que tuviese razón. Los requerimientos de la «forma canónica» (un remedio que ha sobrevivido con mucho la enfermedad que estaba destinado a aliviar) complican seriamente, una vez más, el mensaje de la Iglesia acerca de la permanencia del matrimonio.
Ya que los católicos (hablamos aquí únicamente de los apegados a Roma) requieren una ceremonia religiosa católica para que el matrimonio sea válido, todos esos católicos que contraen nupcias exclusivamente por lo civil (con unas cuantas excepciones) están tan casados como las parejas que simplemente conviven («fielmente» o no). Es, entonces un hecho que, debido a que el contrato matrimonial no se puede separar del sacramento matrimonial, todo el que se encuentre en un «matrimonio» no valido (y este es el caso de muchas parejas católicas que prescinden de la forma canónica) no reciben el Sacramento del Matrimonio o su gracia. ¿Por qué? Porque sin boda no hay matrimonio.
Ahí está el detalle: todo mundo, incluyendo bautizados y no católicos, puede contraer nupcias únicamente por lo civil y quedar obligados a la institución que aceptaron libremente. Y a pesar de que una ceremonia civil puede resultar una diversión para no católicos como para algunos católicos los católicos, en virtud de la forma canónica, tienen un pase con el cual divertirse. ¡Y mire que si lo usan! Es debido a estas complicaciones debido a las cuales yo (así como canonistas de mucho peso durante lo últimos cincuenta años) he sonado la alarma en lo que se refiere a las enseñanzas de la Iglesia acerca de la permanencia del matrimonio y la forma canónica. Es por esto que he dicho que uno de estos días la forma tendrá que desaparecer, pero ese es asunto para otra plática.
En resumen, si el Papa tenía en mente a no católicos, tendría razón en decir que esas nupcias civiles valen como matrimonio (¿mas qué caso tendría hablar de esas uniones junto al caso de parejas que conviven?), pero si se refiere a católicos (lo más probable) entonces está equivocado al decir que tales personas están verdaderamente casadas y disfrutando de la gracia sacramental del matrimonio. Aunque en este caso sí tendría sentido que mencione a ambos grupos a la vez ya que ninguno de los dos están casados.
Ya que hemos deslindado estos dos puntos y con el fiasco de las declaraciones de la supuesta nulidad masiva que cunde en el matrimonio cristiano aún repercutiendo, hay que considerar que quizá hay algo más emergiendo de las profundidades.
El matrimonio es algo muy parecido al embarazo, o sí o no, no hay condición media. Las opiniones ajenas, incluso nuestras propias opiniones, acerca de si estamos o no estamos casados, sobran. El matrimonio es un hecho objetivo y no subjetivo, no importa lo bien intencionada o sincera que sea la actitud o el sentimiento.
Edward Peters
Publicado en "In the Light of the Law"
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