Mons. Chaput expone la doctrina católica sobre las parejas irregulares y la comunión eucarística

Mons. Chaput

Mons. Chaput, Arzobispo de Filadelfia, publicó el 1º de julio, para su diócesis unas «Orientaciones pastorales para la implementación de ‘Amoris Laetitia’» en plena fidelidad y reafirmación de las enseñanzas del Señor y de su Iglesia.

El arzobispo asume su tarea de pastor en estos momentos en los que reina en muchos sitios, como mínimo, la confusión: «como todos los documentos magisteriales, Amoris Laetitia es entendida mejor cuando se lee dentro de la tradición de la vida y enseñanza de la Iglesia» y afirma que para los casos sensibles de conciencia se requiere la guía de la Iglesia, ya que «la doctrina católica deja claro que la conciencia subjetiva del individuo nunca debe ser orientada en contra de la verdad moral objetiva como si la conciencia y la verdad fueran dos principios en competencia a la hora de tomar decisiones morales».

Estas «Orientaciones» de Mons. Chaput se suman a las que recientemente otros obispos del mundo están publicando, más que para la correcta interpretación de la Exhortación Apostólica para la correcta puesta en práctica. En el caso del Arzobispo de Filadelfia adquiere especial relevancia porque ha sido elegido por los obispos de la Conferencia Episcopal de su país como Presidente del comité de los Obispos de Estados Unidos sobre la implementación de la Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Letitia.

Para recibir la Comunión Eucarística, las orientaciones recuerdan e insisten que todos los fieles deben estar adecuadamente preparados, lo cual incluye la confesión sacramental de todos los pecados graves y un firme propósito de cambiar antes de acceder a la Comunión.

En el ‘caso’ de los divorciados vueltos a casar, Mons. Chaput dice, en continuidad con el magisterio bimilenario de la Iglesia, reafirma la Familiaris Consortio:

«Con los divorciados y vueltos a casar, la doctrina de la Iglesia les requiere abstenerse de la intimidad sexual. Esto aplica incluso si ellos deben (para el cuidado de sus hijos) continuar viviendo bajo el mismo techo. Sobrellevar el vivir como hermano y hermana es necesario para los divorciados y vueltos a casar civilmente para recibir la reconciliación en el Sacramento de la Penitencia, lo cual les abriría el camino hacia la Eucaristía. Estos individuos son motivados a acudir regularmente al sacramento de la Penitencia, teniendo el recurso a la gran misericordia de Dios en ese sacramento si fallan en su castidad».

Que el Arzobispo haya ejercido su ministerio en la diócesis encomendada, enseñando lo que la Iglesia enseña y sin ambigüedades ayuda a entender la campaña que se está desatando contra él. No es tan comprensible que esa campaña venga de «sectores» que se llenan la boca con la «descentralización», aunque para ellos pido comprensión, debe ser duro que una de las conferencias episcopales más numerosas hayan elegido precisamente a Chaput para la correcta interpretación y aplicación de la Amoris Laetitia en su país, porque marcará el camino de otras diócesis, y ojalá, también sirva de ejemplo a otros países.

Veremos qué hacen alemanes y holandeses, por ejemplo, y si se confirman o desmienten los miedos justificados de quienes preveían (preveíamos) una anglicanización de la Iglesia Católica.

El documento de «Orientaciones» es precioso. Un buen ejemplo de triple munus episcopal: santificar, enseñar y gobernar. Y aunque recomiendo su lectura completa, no me resisto a resumir los aspectos más importantes (me he basado en traducción de GaudiumPress)

Porque más allá de la cuestión concreta de los divorciados vueltos a casar, Chaput «utiliza» la pastoral para recordar la acción de la gracia, la belleza del matrimonio, la ayuda constante del Señor que siempre ofrece los medios para seguirle.

Y por eso quiere unirse al propósito del Santo Padre de «fortalecer las familias existentes, alcanzar aquellas cuyos matrimonios han fallado, incluyendo a quienes se han alienado de la vida de la Iglesia». Por este motivo estipula acciones para «acompañar con sensibilidad a quienes tienen una comprensión imperfecta de la enseñanza cristiana sobre el matrimonio y la vida familiar, quienes no viven de acuerdo con la creencia católica y sin embargo desean estar más plenamente integrados a la vida de la Iglesia, incluyendo los Sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía».

Sobre las parejas unidas en matrimonio, Mons. Chaput reiteró que la unión sacramental es «por su naturaleza, es permanente, monógama y abierta a la vida». El Arzobispo determinó que cada plan pastoral de atención a los matrimonios debe hacer énfasis en la gracia sacramental de forma que las parejas puedan «beber» de esta fuente y «experimentar el poder del sacramento para fortalecer su relación, no sólo como una idea sino como una realidad que impacta su vida diaria de matrimonio». También solicitó alentar la oración en común, la lectura de las Sagradas Escrituras y la frecuencia de los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía.

Para las personas separadas o divorciadas, los sacerdotes deben ofrecer amistad y comprensión y presentarles seglares que puedan brindar guía y ayuda para que puedan mantenerse fieles incluso bajo circunstancias de presión. Las personas separadas deben ser conscientes de no poder volver a unirse en otro Matrimonio y dedicarse a sostener a su familia mientras cumplen sus deberes cristianos. Por este motivo deben acudir frecuentemente a los Sacramentos y recibir el apoyo de la comunidad. «Dios es fiel con ellos incluso si sus cónyuges no lo son, esta es una verdad que los demás católicos deberían reforzar».

Para casos especiales se puede investigar si existe una causa de nulidad en el sacramento, lo cual «no puede ser concedido de forma informal o privadamente por sacerdotes individuales» y requiere recurrir al tribunal eclesiástico competente. «Debido a que el matrimonio es una realidad pública, y porque la determinación sobre la validez de un matrimonio afecta las vidas, derechos y deberes de todas las partes afectadas por él, debe existir un proceso canónico y una decisión por parte de una autoridad apropiada bajo la ley canónica», declaró el prelado.

Para los divorciados y vueltos a casar, las nuevas directivas determinan investigar si existe nulidad en la primera unión y recuerda que si una o las dos personas tienen una unión válida previa, no se puede considerar un segundo matrimonio y se conserva un importante deber con respecto a los hijos de ese matrimonio. El Arzobispo pide a los sacerdotes trabajar para que estas personas no se vean a sí mismos como «fuera» de la Iglesia, ya que como bautizados pueden y deberían asistir a la Eucaristía y participar en las actividades de la parroquia. De igual manera, los hijos de estas uniones o los matrimonios anteriores deben ser integrados en la vida parroquial y formados en la fe.

Un especial énfasis hace la directiva sobre el proceso de reflexión de los creyentes en esta situación, que debe contar con la ayuda de los sacerdotes para formar sus conciencias de acuerdo a la verdad. «Esta es una auténtica obra de misericordia. Debe ser realizada con paciencia, compasión y un deseo genuino del bien para todos los involucrados, sensible a las heridas de cada persona y conducir con amabilidad a cada uno hacia el Señor», indicó. El propósito de la Iglesia no es condenar sino buscar la plena reconciliación con Dios y con el prójimo.

Para recibir la Comunión Eucarística, las directivas recuerdan que todos los fieles deben estar adecuadamente preparados, lo cual incluye la confesión sacramental de todos los pecados graves y un firme propósito de cambiar antes de acceder a la Comunión. «Con los divorciados y vueltos a casar, la doctrina de la Iglesia les requiere abstenerse de la intimidad sexual. Esto aplica incluso si ellos deben (para el cuidado de sus hijos) continuar viviendo bajo el mismo techo», estipula el texto. «Sobrellevar el vivir como hermano y hermana es necesario para los divorciados y vueltos a casar civilmente para recibir la reconciliación en el Sacramento de la Penitencia, lo cual les abriría el camino hacia la Eucaristía. Estos individuos son motivados a acudir regularmente al sacramento de la Penitencia, teniendo el recurso a la gran misericordia de Dios en ese sacramento si fallan en su castidad».

Sin embargo, el texto advierte que incluso cumpliendo estas condiciones, «el triste hecho continúa siendo que, hablando objetivamente, su estado público y condición de vida en la nueva relación son contrarios a la enseñanza de Cristo en contra del divorcio», por cuanto los sacerdotes que ofrecen la comunión a estos creyentes deben hacerlo de manera que no pueda interpretarse como un apoyo al divorcio y no pueden delegar en estos fieles posiciones de responsabilidad en la parroquia ni ministerios litúrgicos. «Esto puede ser una enseñanza dura para muchos, pero cualquier cosa menor confundiría a las personas sobre la naturaleza de la Eucaristía y de la Iglesia».

Finalmente, el texto dedica su atención a las personas con atracción al mismo sexo, recordando que estas personas están igualmente obligadas a una vida en castidad como todas las demás, así como participan del llamado universal a la santidad. La expresión de intimidad sexual está reservada al Matrimonio, por cuanto quienes no pueden acceder a este sacramento deben vivir «castamente por el Reino de Dios» y contar con el apoyo de la Iglesia, especialmente con el auxilio de la gracia en el Sacramento de la Penitencia. De una manera análoga a otras situaciones, quienes públicamente vivan de una forma contraria al testimonio de la Iglesia no pueden ser aceptados en la vida de la comunidad sin socavar la fe de otras personas, por cuanto dicha confusión debe ser evitada, por cuanto no pueden tener posiciones de responsabilidad en una parroquia ni tener ninguna función o ministerio litúrgico.

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