(GuadiumPress/InfoCatólica) Monseñor José Luis Azcona, actual obispo emérito de Marajó en Brasil y quien ha servido por más de 30 años en zonas amazónicas, se pronunció en contra de las ceremonias realizadas junto a una imagen reconocida por muchos como la Pachamama, advirtiendo las múltiples consecuencias negativas que dichas prácticas causarían.
Este mensaje lo comunicó a través de declaraciones enviadas a ACIPrensa y emitidas en noviembre del 2019. El prelado, quien tiene amplia experiencia interactuando y conociendo de cerca a los pobladores de la zona, expresaba su indignación sobre las ceremonias con ídolos practicadas y las repercusiones gravemente negativas.
En contexto del anuncio del motu proprio Traditionis Custodes, compartimos los segmentos más resaltantes de sus declaraciones.
«Ese mismo gesto fue un escándalo (y no fariseo) para millones de católicos en el mundo entero, especialmente para los pobres, “los pequeños”, para los ignorantes, “los débiles” que evidentemente tienen el “sensus fidei” (sentido de la fe), tan justa y permanentemente defendido por el Papa Francisco y violentamente golpeadas en su conciencia inerme, indefensa por completo ante tamaña violencia religiosa.
Y de modo particular fueron los pobres, los simples, “los débiles”, los desprotegidos de la Amazonía, los más afectados por este impacto idólatra. Ellos sintieron en lo más íntimo, al menos en la Amazonía brasileña, este ataque contra la fe cristiana, contra la convicción eclesial de que la única Reina de la Amazonía es Nuestra Señora de Nazaré, Madre de Dios Creador y Redentor. ¡Ninguna otra madre, ninguna otra Pachamama andina o de donde fuera, y tampoco ninguna Jemanjá! (diosa pagana).
Así como para el católico no hay otro Señor y Salvador que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo y de Nuestra Señora de Nazaré, los otros varios espíritus, también de los indígenas, así como cualquier otra espiritualidad del tipo que fuera y que no es vivificada por el Espíritu Santo de Dios, procede de los demonios y a ellos conduce. “Quien no tiene al Espíritu de Cristo no pertenece a Él” (Rom 8,9). Es decir, no es cristiano y no es salvo. “Porque los que están en la carne (que no viven según el Espíritu) no pueden agradar a Dios” (versículo 8).
Para los hermanos evangélicos y pentecostales este escándalo ha tenido un efecto devastador. Horrorizados, han sido testigos de escenas de verdadera idolatría y entre el espanto y el estupor se confirman ahora más y más en la convicción errada de que el católico es un adorador de ídolos. Ya no de santos, santas, José o María, sino de verdaderos demonios. De esta manera, el diálogo ecuménico-interreligioso ha sido sacudido con consecuencias humanamente irreparables y con complicaciones ecuménicas pesadas para quien quiera entender el misterio de la Iglesia como “Sacramento universal de salvación” (Lumen Gentium) también para los pentecostales».
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