El cardenal Burke recuerda que ningún Papa puede abrogar la Misa tridentina como válida expresión de la fe de la Iglesia

(InfoCatólica) El cardenal Burke empieza su artículo lamentando que el motu propio no haya sido publicado en latín, que sigue siendo lengua oficial del Vaticano y de la Iglesia de rito latino, a la vez que señala algunas incorrecciones en la traducción oficial al inglés del texto en italiano original.

Luego constata que el papa ha publicado el documento «para hacer frente a lo que percibe como un grave mal que amenaza la unidad de la Iglesia», siendo dicho mal la celebración de la Misa tridentina (ndr: llamada hasta antes del motu propio «forma extraordinaria» del rito romano), a la que el cardenal llama Uso Antiguo (UA).

Burke constata que el Papa tenía tanta prisa en afrontar su preocupación por lo que considera como fuente de cisma, que ha tomado «medidas inmediatas, no informando a los obispos con antelación y ni siquiera previendo la habitual vacatio legis, un periodo de tiempo entre la promulgación de una ley y su entrada en vigor. La vacatio legis proporciona a los fieles, y especialmente a los obispos, tiempo para estudiar la nueva legislación relativa al culto a Dios, el aspecto más importante de la vida de la Iglesia, en cuanto a su aplicación».

«Es más», añade el cardenal, «la legislación impone restricciones al UA que señalan su eliminación definitiva, por ejemplo, la prohibición del uso de una iglesia parroquial para el culto según el UA y el establecimiento de ciertos días para dicho culto».

Tras constatar que aunque el Papa, para justificar su proceder, hace referencia a la consulta de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) sobre la aplicación del motu propio Summorum Pontificum de Benedicto XVI, en realidad no se han publicado los resultados completos de la misma, el cardenal advierte que lo habitual en casos así es que la propia CDF hubiera publicado una instrucción para corregir los posibles abusos de aquel motu propio del papa alemán.

El cardenal Burke asegura que en su experiencia personal nunca ha visto que se produzcan entre sacerdotes y fieles actitudes como las que el papa Francisco aduce para restringir la celebración de la Misa tridentina.

El UA es un don de la gracia que ni la más alta autoridad eclesiástica podrá quitar

El pupurado estadounidense deja en evidencia la afirmación del Papa en la carta que acompaña a Traditionis Custodes, por la cual< el actual pontífice asegura que la intención de Benedicto XVI con Summorum pontificum era solucionar la situación de la SSPXfundada por Mons. Marcel Lefebvre. Burke cita las palabras del propio pontífice aleman en el libro «Benedicto, XVI, Últimas conversaciones con Peter Seewald»:

«La reautorización de la Misa Tridentina se interpreta a menudo principalmente como una concesión a la Sociedad San Pío X. ¡Esto es absolutamente falso! Para mí es importante que la Iglesia sea una con ella misma en su interior, con su propio pasado; que lo que antes era santo para ella no sea de alguna manera malo ahora»

Burke apunta que si entre algunos de los que celebran la Misa Tridentina hubiera «situaciones de una actitud o práctica contraria a la sana doctrina y disciplina de la Iglesia, la justicia exige que sean tratadas individualmente por los pastores de la Iglesia, el Romano Pontífice y los Obispos en comunión con él. La justicia es la condición mínima e insustituible de la caridad. La caridad pastoral no puede ser atendida, si no se observan las exigencias de la justicia. Un espíritu cismático o un cisma real son siempre gravemente malos, pero no hay nada en el UA que fomente el cisma».

El cardenal explica, al contrario, los buenos frutos de la celebración de la Misa tridentina:

«Para aquellos que se han acercado al UA por primera vez, su rica belleza, sobre todo porque manifiesta la acción de Cristo renovando sacramentalmente Su Sacrificio en el Calvario a través del sacerdote que actúa en Su persona, los ha acercado a Cristo. Conozco a muchos fieles para quienes la experiencia del Culto Divino según el UA ha inspirado fuertemente su conversión a la Fe o su búsqueda de la Plena Comunión con la Iglesia Católica. Asimismo, numerosos sacerdotes que han vuelto a la celebración del UA o que la han aprendido por primera vez me han contado cuánto ha enriquecido su espiritualidad sacerdotal. Por no hablar de los santos a lo largo de los siglos cristianos para quienes el UA alimentó una práctica heroica de las virtudes. Algunos han dado su vida para defender la ofrenda de esta misma forma de adoración divina».

Quizás lo más destacado del artículo del cardenal Burke es la forma en que responde a la pregunta sobre si un Papa puede abrogar la Misa Tridentina:

«Pero, ¿puede el Romano Pontífice abrogar jurídicamente el UA? La plenitud de poder (plenitudo potestatis) del Romano Pontífice es el poder necesario para defender y promover la doctrina y la disciplina de la Iglesia. No es un «poder absoluto» que incluiría el poder de cambiar la doctrina o erradicar una disciplina litúrgica que ha estado viva en la Iglesia desde los tiempos del Papa Gregorio Magno e incluso antes. La interpretación correcta del artículo 1 no puede ser la negación de que el UA es una expresión siempre viva de «la lex orandi del rito romano». Nuestro Señor, que concedió el maravilloso don del UA, no permitirá que sea erradicado de la vida de la Iglesia»

Y añade:

«Hay que recordar que, desde el punto de vista teológico, toda celebración válida de un sacramento, por el mismo hecho de ser sacramento, es también, más allá de cualquier legislación eclesiástica, un acto de culto y, por tanto, también una profesión de fe. En ese sentido, no es posible excluir el Misal Romano, según el UA, como expresión válida de la lex orandi y, por tanto, de la lex credendi de la Iglesia. Se trata de una realidad objetiva de la gracia divina que no puede ser cambiada por un mero acto de la voluntad ni siquiera de la más alta autoridad eclesiástica».

Igualmente señala la diferencia entre lo que ocurrió tras el concilio de Trento y lo ocurrido tras el Concilio Vaticano II:

«La reforma de la Sagrada Liturgia llevada a cabo por el Papa San Pío V, de acuerdo con las indicaciones del Concilio de Trento, fue muy diferente de lo que ocurrió después del Concilio Vaticano II. El Papa San Pío V puso en orden esencialmente la forma del Rito Romano tal y como había existido ya durante siglos. Asimismo, en los siglos posteriores a ese momento, los Romanos Pontífices han ido perfeccionando el Rito Romano, pero la forma del Rito siguió siendo la misma. Lo que ocurrió después del Concilio Vaticano II constituyó un cambio radical en la forma del Rito Romano, con la eliminación de muchas de las oraciones, gestos rituales significativos, por ejemplo, las numerosas genuflexiones, y el frecuente beso del altar, y otros elementos que expresan abundantemente la realidad trascendente -la unión del cielo con la tierra- que es la Sagrada Liturgia.

El cardenal Burke acaba asegurando que reza «para que los fieles no cedan al desánimo, sino que, con la ayuda de la gracia divina, perseveren en su amor a la Iglesia y a sus pastores, y en su amor a la Sagrada Liturgia» y recuerda que el Concilio Vaticano II pide a los fieles que manifiesten su parecer a los pastores «sobre los asuntos que pertenecen al bien de la Iglesia».

Texto completo de la declaración del cardenal Raymond Leo Burke (en inglés)

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