Obispo de Almería: «Desmontar el Seminario es como desmontar la diócesis, arriesgar su futuro»

(InfoCatólica) Mons. Adolfo González Montes es obispo de Almería desde 2002, antes lo fue de Ávila desde 1997. Salmantino de nacimiento, salmantino de formación y profesor y capellán de la Universidad de Salamanca durante años. De 2011 a 2017 presidió la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, periodo durante el que se publicó la Instrucción Pastoral «Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo»

Querido y valorado tanto por sus alumnos como por los fieles en las diócesis en las que ha ejercido como pastor. Su sensibilidad por la doctrina y la ordenación litúrgica, la preocupación por los más necesitados y el decidido impulso por la reconstrucción de una diócesis arrasada y martirial constituyen un legado han marcado la labor desarrollada en estos casi 20 años en la diócesis.

Aunque este noviembre cumple 75 años, sin esperar a la fecha se ha nombrado a un coadjutor en mayo. Una decisión y condiciones que muchos han calificado de anómala y algo incomprensible, y que ha venido acompañada y precedida por una campaña de críticas y difamaciones en muchos casos anónimas.

De un modo natural y directo, Mons. González Montes ha respondido a los principales cuestionamientos, especialmente a los referidos a la gestión económica y al traslado del Seminario.

Monseñor, ¿cómo se encuentra después de estos últimos meses?

Me encuentro bien, gracias a Dios. La ayuda del Señor no nos falta nunca.

Monseñor, aunque no se dice oficialmente, algunos medios de comunicación han sostenido una campaña crítica contra su gestión de la economía, hablan de una deuda que estaría por encima de las posibilidades de la diócesis

La diócesis, en efecto, ha realizado en estos últimos veinte años una importante puesta al día de estructuras necesarias para desempeñar los cometidos propios de la administración pastoral, se han rehabilitado edificios esenciales para una Iglesia diocesana. Esto no se hace sin préstamos y línea de crédito.

Mire usted, ni durante mi gestión ni tampoco ahora que la gestión económica está en manos del Coadjutor hemos dejado de pagar los intereses y la correspondiente devolución de capital.

Se habla de una deuda de 20 millones en el Banco Santander. ¿Es cierto que es así?

Puedo afirmar que esa cifra es errónea. Sumando los préstamos del Obispado en números redondos en torno a los 7,1 millones, y los préstamos en torno a 6,6 millones de tres parroquias que han edificado iglesia y complejo parroquial, y que están también en el Santander, no dan como resultado la cifra que anda circulando con manifiesta mala intención.

Sin duda que la diócesis tendrás otros créditos. ¿Puede la diócesis soportar la deuda crediticia?

Hasta ahora la ha soportado. Hay entidades en la diócesis que tienen otros créditos, como las parroquias, no sólo las que han construido la iglesia o el complejo parroquial que no tenían, también colegios como el Colegio de San Ildefonso, de nueva planta y hoy una obra puntera en el campo de la educación católica, y la Catedral. Las iglesias y los edificios patrimoniales tienen que afrontar su conservación: cubiertas, solados, humedades, instalaciones de diverso género y tantas otras intervenciones que requiere su mantenimiento.

Todas estas entidades tienen personalidad jurídica y CIF, y son responsables de su financiación. No todo recae sobre el Obispado, que ayuda a que todo esté en regla y todos cumplan los compromisos adquiridos. Las dificultades normales de la economía diocesana tienen que ver con hechos que no se deben ignorar: primero la crisis de 2008 y ahora la pandemia que lleva dos años mermando las arcas de todas las diócesis, en España igual que en otras partes. Las parroquias pasan un mal momento. Hasta ahora la diócesis ha podido con su carga, sorteando las dificultades de liquidez en algunos momentos mediante el método de vasos comunicantes; es decir, unas entidades ayudan a otras.

Entonces, ¿no queda más remedio que alquilar o vender el Seminario recién restaurado?

De ningún modo. El Obispado dispone de edificios no esenciales para financiar las rehabilitaciones y construcciones de nueva planta. Disponemos de solares convencionales, algunos de las capillas sustituidas por nuevas iglesias parroquiales; otros son inmuebles urbanos bien situados, aparcamientos construidos expresamente con este fin.

Desprenderse de estos inmuebles no es desamortizar la diócesis, como se ha repetido por algunos, porque estos inmuebles se destinaron a este fin por mi predecesor y por mí mismo con el apoyo de los consejos y la debida autorización romana. Por otra parte, con lo hecho y después de las tasaciones realizadas por los peritos, hemos revalorizado el patrimonio diocesano entre un 50 y un 60 %. No es necesario poner en riesgo el Seminario ni ningún otro edificio esencial de la diócesis. Desmontar el Seminario es como desmontar la diócesis, arriesgar su futuro.

¿Hay otras razones para prescindir del Seminario? Se habla de reagrupar comunidades pequeñas de seminaristas.

Nadie me ha informado. Por eso, le expongo mi parecer. Mire, permítame que lea el Directorio de los Obispos, que no deja lugar a dudas, y dice que, «entre las instituciones diocesanas, el Obispo considere la primera el Seminario y lo haga objeto de las atenciones más intensas y asiduas de su ministerio pastoral, porque del seminario dependen en gran parte la continuidad y la fecundidad del ministerio sacerdotal de la Iglesia» (n. 84).

Trasladar a los seminaristas no es ejercitar una atención intensa y asidua. El Directorio añade que el Obispo «insista decididamente y con convicción sobre la necesidad del seminario mayor como instrumento privilegiado de la formación sacerdotal, y trabaje a fin de que tenga un seminario mayor propio, como expresión de la pastoral vocacional de la Iglesia particular» (n. 85).

Bien, pero si el número de seminaristas fuera exiguo, cabe plantear la necesidad de contar con el seminario de otra diócesis o un seminario interdiocesano, para que no falte una buena formación tanto humana, como espiritual y académica a los seminaristas, como precisa el Código de Derecho Canónico, creo que en el canon 237, si no recuerdo mal.

Así es, pero ¿cuántos seminaristas se necesitan para constituir una comunidad en condiciones, teniendo presente que las vocaciones unas veces suben y otras bajan? Se dice que es bueno que no bajen de 15, pero los seminaristas oscilan porque las vocaciones tienen su recorrido e influyen en ellas diversos factores. Mire yo he tenido un promedio en estos años de unos 20 seminaristas, pero en los tres últimos años las vocaciones han caído bastante, este curso que termina hemos tenido 11 seminaristas, durante el curso dejamos fuera uno para un período de reflexión y prueba. Al terminar el curso ante la situación creada se han marchado otros dos, y hay algunos seminaristas dudosos sobre cómo continuar o marcharse. En perspectiva contábamos con cuatro chicos más para el nuevo curso, pudiendo ser 12 seguros y quizá los 13 seminaristas para el próximo curso 2021/22, si el Seminario continuara en Almería. Es claro que los seminaristas oscilan, y siempre que esta oscilación no sea de disminución irrecuperable, merece la pena mantener el Seminario, por encima de cualquier otra opción.

El número no lo es todo, ciertamente. ¿Hay otros factores?

Tenemos recién aprobado por los Obispos el Plan de formación sacerdotal para la Iglesia en España (Madrid 2020), que es la adaptación de la Ratio para la formación sacerdotal publicada con el título El don de la vocación sacerdotal y preparada por la Congregación para el Clero con la aprobación del Papa el 8 de diciembre de 2016. Al hablar de la responsabilidad del Obispo a la hora de discernir sobre la posibilidad y conveniencia de mantener el Seminario en su diócesis, señala diversos factores que el Obispo debe tener en cuenta.

El número de seminaristas razonable es uno de estos factores, pero añade otros igualmente esenciales que no se deben obviar, como son los «formadores y profesores, así como las estructuras competentes para garantizar la existencia de una comunidad formativa suficiente que cumplas adecuadamente los objetivos expuestos de este Plan de formación» (n. 384). Nuestro equipo de formación ha sido y es excelente y puede ser sustituido y mejorado, si fuera necesario.

Sí, pero no todas las diócesis pueden tener el profesorado necesario

El profesorado con que cuenta nuestro Centro de Estudios Eclesiásticos del Seminario es muy logrado. Tanto mi predecesor como yo hemos dedicado tiempo, dinero y mucho sacrificio, al prescindir de algunos sacerdotes, para que se formaran durante estos años en universidades de España y de fuera, particularmente Roma. Tenemos un buen número de doctores en las diversas ciencias y los licenciados necesarios. La afiliación a la Facultad de Granada se ha venido renovando cumpliendo las exigencias normativas con relación a los profesores y al Plan de estudios, que hemos acomodado desde hace años al Plan de Bolonia y a las orientaciones de la Facultad, que ha sido integrada mediante decreto del Papa en la Universidad Loyola.

El verano pasado tuvimos una jornada en Sevilla de encuentro entre las autoridades académicas de esta Universidad y las de nuestro Centro de Estudios Eclesiásticos para estudiar bien las ventajas de nuestra integración en esta Universidad mediante la afiliación a Granada, y todo se ha plasmado en convenio que he firmado con el Decano de la Facultad en nombre del Rector de la Loyola. Este convenio quedaría sin objetivo, si los seminaristas se trasladaran a otro seminario. Mi punto de vista es que no se debe romper un convenio recién firmado sin agotar las vías de consolidación de lo que se ha convenido por ambas partes.

El Centro de Estudios Eclesiásticos tiene, además, un aulario excelente para clases y seminarios, despachos y sala de profesores, y una biblioteca y hemeroteca que la visita canónica de la Facultad recientemente realizada ha valorado con gran consideración, tanto por el depósito histórico como por los depósitos actuales. Hemos dedicado muchas horas a la biblioteca, elaborado un reglamento y un marco de convenio con otras bibliotecas universitarias.

¿Cómo es posible que contra el parecer mayoritario de los sacerdotes y contra el Colegio de Consultores se desmonte el Seminario?

Mire usted, aunque el traslado de los seminaristas fuera temporal, el retorno llevaría consigo dificultades de difícil superación, y lo más preocupante es cómo mantener la pastoral vocacional sin seminario en la diócesis, fuera de un planteamiento meramente teórico. Podemos aplicar la máxima de Qohelet: tiempo de construir y tiempo de destruir. Decir que ahora se va a potenciar más la pastoral vocacional tiene poca credibilidad, porque los hechos se imponen por sí mismos. Las vocaciones no se deben separar del equipo de formación del Seminario.

Se dice que ha tenido un Seminario conservador, cerrado y laxo a la hora de exigir integridad de vida.

En la formación se siguen las orientaciones de la Congregación sin laxitud de ningún género. Se exige estudiar y hemos logrado elevar el nivel. Se cultiva una espiritualidad cristológica y eclesial; y no una supuesta piedad conservadora e intimista ni de otro tiempo, como se ha dado a entender. Se celebra y se cuida la liturgia de la Iglesia.

Contra insinuaciones maliciosas y falsas, en el Seminario hemos tenido siempre muy claro que las personas de tendencia hacia el mismo sexo, siguiendo la doctrina de la Iglesia, no pueden ser candidatos al ministerio sacerdotal, no hay ambigüedad ninguna en este punto. Esto no significa no discriminación ni falta de respeto a la dignidad de estas personas.

Los seminaristas no están encerrados, todos hemos estado encerrados un año por la pandemia sin poder desarrollar las actividades ordinarias. La práctica pastoral está bien orientada, con participación en las parroquias y reuniones apostólicas, en la Catedral y en las fiestas patronales. Los seminaristas colaboran en catequesis, pastoral de la salud, cultivan las visitas vocacionales a los colegios, y tienen otros compromisos apostólicos en residencias de ancianos y otros centros todos los fines de semana, sobre todo los viernes. Las salidas a casa para estar con la familia son normales a lo largo del curso. Se inculca el deporte y el ocio sano en su tiempo.

¿Reconoce usted haber cometido errores en la gestión económica?

Nunca se me han concretado taxativamente cuáles han sido, fuera de mencionar la deuda crediticia sin conocimiento real de los datos, mezclando siempre la gestión económica autónoma de las entidades jurídicas de la diócesis con la gestión propia del Obispado, que gestiona lo común a toda la diócesis. Las parroquias que pagan sus créditos y las otras entidades que hacen lo mismo no pesan sobre el conjunto de la diócesis. El Obispado se ve obligado a ayudar a algunas parroquias, y hay otras ayudas que se hacen de manera puntual, pero no a las que son solventes y que aportan por sí mismas sus pagos mensuales.

¿Ha cambiado la gestión con la nueva situación?

Creo que es muy significativo que la dirección contable y la valoración de acciones financieras sigue en manos de la misma persona, que está actuando prácticamente de ecónomo, el jefe del personal sigue siendo el mismo y el equipo de oficiales auxiliares el mismo. No hacen nada que no hayamos hecho siempre, salvo apretar el cinturón cuando hace falta. Por eso he dicho que la cuestión económica no puede ser pretexto para desmontar el Seminario. Los seminarios no son rentables ni se autofinancian. En las condiciones de nuestro Seminario habría que desmontar del 80 al 90 % de todos los seminarios seculares y religiosos.

Por otra parte, las objeciones a mi gestión económica no han sido orquestadas solas, sino con acusaciones contra el Seminario y la vida espiritual y mortal de los sacerdotes. No creo que mis sacerdotes sean distintos de los demás. Ellos saben cómo les he defendido contra quienes han orquestado sus críticas al clero con ánimo de descalificarme a mí.

Muchas gracias, Monseñor por su atención.

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